Reformas y revoluciones
Se necesitan diez millones de empleos nuevos en Colombia. No se van a lograr si se aprueba esta contrarreforma del gobierno Petro

Corría el gobierno de Andrés Pastrana y el país padecía una profunda crisis heredada del gobierno de Ernesto Samper. Había un déficit fiscal descomunal; cientos de miles de familias perdían sus casas por la crisis del sistema UPAC; los departamentos y municipios no podían servir sus deudas con la banca; se produjo una crisis financiera en la que se quebraron algunas corporaciones de ahorro y vivienda y otras entidades, y era muy difícil acceder a créditos internacionales.
En ese momento el desempleo se disparó al 20.5 por ciento, nivel que no se había visto hasta entonces. El ministro de trabajo y seguridad social era el doctor Hernando Yepes q.e.p.d., y se puso a la tarea con un grupo de abogados laboralistas, a buscar cómo adaptar mejor la demanda y la oferta laboral, para que hubiera creación masiva de empleo y bajara la tasa de desempleo.
Partieron de constatar que en Colombia y en el mundo, la economía de servicios pesa cada vez más en la generación de empleo. El comercio (hoy 17 % del PIB), los restaurantes, los hoteles, la salud y otros servicios son en conjunto dos terceras partes de la economía. Muchos de estos servicios se prestan en turnos distintos a los de la manufactura. En un hospital, un restaurante, un hotel, en muchos comercios y el transporte, los turnos normales incluyen los sábados y domingos y se descansa lunes o martes.
Muchos empleados trabajan de 2:00 de la tarde a 10:00 de la noche, pues por la mañana hay menos clientes. En un Hotel de Pasto, Pereira, Melgar o Cartagena lo normal es descansar en días de entre semana y trabajar durante el fin de semana. Con esas actividades están relacionados otros servicios como transporte y logística.
Esto los llevó a pensar que era aconsejable que la legislación se adaptara a esa nueva realidad del mercado laboral. No trataban de forzar una normatividad laboral, sino adaptarla al mercado laboral que ya existía. El doctor Hernando Yepes planteó la reforma que bajaba los recargos por dominicales, e iniciaba el turno nocturno a las 10:00 p.m., entre otras disposiciones, pero en los dos primeros años del gobierno Pastrana no hubo espacio para tramitarla.
Cuando llegué a la dirección del Departamento Nacional de Planeación, nos volvimos abanderados de esta reforma. En ese momento el nuevo ministro de trabajo y seguridad social era Angelino Garzón, que había sido sindicalista y militante del partido comunista.
Si bien tuve muy buen entendimiento con él en muchos temas, Angelino Garzón se opuso a la reforma laboral. Llegamos al final el gobierno de Andrés Pastrana sin que la pudiéramos aprobar. El presidente Uribe y los economistas que lo acompañaban, Roberto Junguito q.e.p.d., Juan Luis Londoño q.e.p.d., Rudolf Hommes y Alberto Carrasquilla, consideraron que esa reforma era una buena para reactivar la creación de empleo. La presentaron y la pudieron aprobar el Congreso.
A largo de los siguientes años, la nueva regulación laboral facilitó que esos sectores de comercio, salud, hoteles, restaurantes, transporte y logística sumarán millones de puestos de trabajo. Por esa razón, el Banco de La República, en una evaluación reciente sobre el potencial efecto de la contrarreforma que plantea el gobierno de Gustavo Petro, dijo que se pueden perder alrededor de 600.000 empleados.
Esa es la historia de cómo surgió la regulación laboral que hoy puede ser modificada en el congreso. Sea lo que sea, este es un tema importante y práctico, y puede ser objeto de reforma, pero es banal que se lo tome como la causa de una revolución.
El mercado laboral de Colombia tiene muchos y profundos problemas, pero la causa de la informalidad no es esa regulación laboral sino la falta de empresas, tanto grandes como pequeñas, que masivamente generen empleo, creen productos, aborden nuevos servicios, reemplacen productos que se importan e ingenien bienes y servicios que se exporten.
Se necesitan diez millones de empleos nuevos en Colombia. No se van a lograr si se aprueba esta contrarreforma del gobierno Petro. Ésta no es la solución al problema de mercado laboral en Colombia y menos aún la razón para hacer una revolución.
¿Cuál puede ser la motivación para que Gustavo Petro quiera lanzar un llamado revolucionario con ocasión de esta contrarreforma laboral? Los experimentos políticos de América Latina que Petro tal vez quiere imitar son los de Rafael Correa en Ecuador (10 años en el poder), los esposos Kirchner en Argentina (12 años en el poder), Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum (irán para 12 años en el poder), Evo Morales en Bolivia (13 años en el poder), Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil (14 años en el poder, con repetición actual), y, por supuesto, Hugo Chávez y Nicolás Maduro (25 años, y sumando).
Si Gustavo Petro no pudo cambiar la constitución para seguir gobernando, y no pudo pasar prácticamente ninguna reforma substancial por el congreso, aparte de forzar crisis en los sistemas de salud, electricidad y gas, para imponer la voluntad del Estado, difícilmente podrá inducir un afán revolucionario para mantenerse él, o por interpuesta persona, en el poder. Su iniciativa laboral, per se, no es la solución a los profundos desajustes económicos de Colombia.
El Congreso se debe enfocar en analizar los pros y contras de la regulación laboral. En mi opinión, los motivos que tuvo Hernando Yépez y sus asesores siguen siendo válidos en la Colombia actual, y la advertencia del Banco de la República es seria. Es una mala contrarreforma, y no da tampoco para llamar a una revolución.
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